Apiádate de mí si crees que hoy muero
y no dejes que mi carne
se hunda demasiado en tu lengua
cuando me saques
del infierno
en el que vivo.
Y apiádate de mí,
macabra sensación de virgen
con dedos de mar,
que hoy muero por tu sangre
y tu sangre fluye por mí,
entre mis dedos
Sí
entre mis ojos de rabia
No
entre las dudas de un talvez
cargado de sueños aterciopelados
cuando los niños cantan canciones de adultos
y los no tan niños
corren hacia los médanos
para tocarse hasta acabar
ese juego
que sus padres empezaron.